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¿Por qué viajar con mochila al menos una vez en la vida?

No es la actividad favorita de todos viajar con sólo una mochila, sin embargo, es una de esas experiencias que deberíamos tener, al menos una vez en la vida. Al principio, puede parecer incómodo. Es una forma de viajar que es muy rica en aventuras, porque llena nuestra mente y nuestros diarios con recuerdos, desafíos y experiencias que en otras formas de viajar no solemos tener. También nos desafía. Nos saca de nuestra zona de confort, nos obliga a ver el mundo de una manera diferente y a caminar a un ritmo diferente. Por lo general, los primeros días son complicados, pero a medida que pasan las mañanas y recolectamos puestas de sol, también crecemos y maduramos, incluso como adultos.

Aprendemos cosas básicas, como hacer que nuestro equipaje sea más liviano y llevar solo lo esencial. Parece ser una metáfora de cómo caminar alrededor del mundo, para revisar cuáles son las cosas que realmente necesitamos. También visitamos ciudades de una manera diferente. Generalmente nos perdemos y mientras encontramos el camino, caminamos por las esquinas y los lugares que generalmente no están marcados en los mapas turísticos. Conocemos gente nueva; Tenemos conversaciones inesperadas y, a veces, incluso tenemos una epifanía.

Es muy común que cuando hablamos con aquellos que han salido en busca de estas aventuras, nos cuentan sobre esas tardes reveladoras, cuánto crecieron y cuánto se amplió su visión del mundo. Este tipo de conocimiento rara vez se puede medir, pero ciertamente se convierte en parte de nosotros, porque nos da una visión más amplia del mundo, nos permite ver el mundo desde un punto de vista similar al caleidoscopio y comprender que no existe una pero infinitas formas de ver el mundo. Nos convertimos en una especie de ciudadano global, más democrático, más humano, más amable y más empático. Estas son lecciones que vienen de fuera del aula académica. Son importantes cuando volvemos a nuestra vida diaria porque nos enriquecen a nosotros y a todos los que nos rodean.

Hay muchos lugares en el mundo donde este tipo de turismo es muy enriquecedor, no solo para los viajeros, sino también para las comunidades que los reciben y que disfrutan compartiendo su cultura, sentándose con los visitantes en la mesa y ofreciéndoles no solo sus manjares pero también sus tradiciones. Este ejercicio de escucharlos, de agradecerles su actitud de bienvenida, de saber que somos invitados, es una de las experiencias más enriquecedoras que conozco.

Vale la pena tomar un mapa y buscar un lugar nuevo, diferente y desconocido, leer y aprender sobre él, y planificar un viaje que no esté organizado hasta el último detalle para dejar una oportunidad para la aventura y la improvisación. Los desafíos que aparecen en ese camino pueden parecer complicados al principio, pero con la experiencia viene el ritmo y aprendemos a caminar con más confianza con respecto a quiénes somos y en quién queremos convertirnos. En última instancia, esta es la verdadera enseñanza de los viajes: quiénes queremos ser en el mundo y cómo queremos comportarnos como parte de él.

Por Laura Bak

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